domingo, 26 de enero de 2014

Quedarse con un hombre.

No elijas al tipo que está apoyado en la barra, que te guiñará un ojo si lo miras, que con un par de frases hechas te convencerá de que lo invites a casa, que empezará a desnudarte antes de que hayas abierto la puerta y se habrá marchado justo después de conseguir lo que quería, sin darte tiempo a suspirar y abrir los ojos. Y allí te quedarás, desnuda, helada y sola.

Escoge, en cambio, a aquel que no para de reírse esté con quien esté, que aparta azorado la mirada al darse cuenta de que tú también lo estás mirando, que intentará buscar en ti una mente intrigante que explorar mediante una conversación en vez de un simple cuerpo, que se sentirá afortunado cuando lo invites a subir a casa, que se demorará en pasar de los besos y los susurros a los botones de tu pantalón, que te quitará la ropa de tal forma que no te darás ni cuenta, que suspirará contigo y dormirá toda la noche abrazado a ti. Y allí estarás, vestida con un cuerpo cálido al que acabas de amar.

Quédate con un hombre que disfrute vistiéndote, que te vea más linda con ropa que sin ella.
Quédate con un hombre que valore más tus abrazos que tus besos.
Quédate con un hombre que prefiera el olor de tu piel antes que su tacto.

Si no, no te quedes con ninguno.


Eme*

jueves, 16 de enero de 2014

Caídas por orgullo.

Todos sabemos que la estupidez humana no tiene límites, pero me atrevería a decir que el orgullo es mucho más potente: llega más lejos, nos arrebata más cosas y las heridas que puede dejar son mucho más profundas.

No soy científica, pero dudo de que exista algún otro animal tan estúpido como nosotros. Nos damos la espalda a la primera de cambio, dejamos que personas a las que realmente amamos arruinen su vida cuando un simple consejo podría apartarlos del abismo. Somos rencorosos, hirientes, cabezotas.

Muchas veces preferimos esconder lo que pensamos o sentimos antes que expresarlo y dejarnos querer. ¿En cuántas ocasiones hemos retirado una mano amiga en el momento que más la necesitaban? Y luego queremos que nos respeten y nos tomen en serio.

Cada uno de esos gestos egoístas hace el camino un poco más estrecho, cada vez más, sin que nos demos cuenta, hasta que ni siquiera podemos continuar de puntillas y caemos al suelo. Y llegará un momento en el que nadie nos ayude a alzarnos de nuevo.

Por favor, dejemos el orgullo atrás. No hay casi nada irreversible.

Si amas a una persona, díselo.
Si no la amas, díselo.
Si no sabes si la amas o no, díselo.
Si la odias, díselo.
Si te gustaría darle un beso, dáselo.
Si necesitas gritarle, grítale.
Si necesitas tiempo, díselo.
Si necesitas un abrazo, pídelo.
Si necesitas un hombro en el que llorar, déjalo empapado.
Si es un juego, díselo.
Si no te vas a quedar en su vida, díselo.
Si lo que quieres es quedarte, hazlo.

Ya existen demasiados muros que separan personas para que convirtamos el orgullo en uno más.


Eme*

lunes, 6 de enero de 2014

Mentiras.

Todos sabemos que es mucho más fácil mentir que escupir una verdad dolorosa. Más fácil para el que miente, claro. Pero, ¿qué pasa con la otra persona? Cuando ella sabe que mientes y, aún así, decide seguirte el juego, intentar creer lo que dices. Entonces duele mucho más esa mentira que la más cortante de las verdades.

Sabes que es mentira, preguntas de nuevo y te contestan lo mismo. Lo peor es que, de tanto repetirse a sí mismos su mentira, acaban creyéndolo.
No lo entiendo, ni creo que lo haga nunca. Perdemos oportunidades como idiotas, como si fueran infinitas o nosotros fuésemos inmortales.

Por mí no os preocupéis. Si algún día queréis mi opinión y tengo que deciros algo cierto pero cruel, os lo diré. Puede que al principio os enfadéis conmigo, que no me habléis y penséis que soy lo peor, pero a la larga me lo agradeceréis. Ya me ha pasado.

Si no queréis que sea sincera, no preguntéis. Buscad a un mentiroso, no os costará demasiado.


Eme*