lunes, 30 de junio de 2014

Fecha de caducidad.

Vivimos como si tuviéramos todo el tiempo del mundo, como si fuéramos inmortales, creyendo que lo de envejecer es algo que tardará en llegar.
No pensamos en que, al igual que el yogur que quedó escondido en el fondo del frigorífico, tenemos fecha de caducidad. Es más: no es únicamente que nos creamos inmunes al paso del tiempo, sino que asumimos que las personas a las que queremos también lo son.
La diferencia entre el yogur de la nevera y nosotros es que no tenemos la fecha de caducidad tatuada en la piel, no hay forma de saber cuándo nos toca; simplemente dejamos de valer.

Y cuando comprendemos que alguien que queremos va a caducar, ¿cuánto tiempo se nos permite llorar?



Eme*