viernes, 11 de julio de 2014

Tarde.

No quisiste la victoria cuando yo misma te la ofrecía en bandeja de plata.

No la quieras ahora.



Eme*

lunes, 30 de junio de 2014

Fecha de caducidad.

Vivimos como si tuviéramos todo el tiempo del mundo, como si fuéramos inmortales, creyendo que lo de envejecer es algo que tardará en llegar.
No pensamos en que, al igual que el yogur que quedó escondido en el fondo del frigorífico, tenemos fecha de caducidad. Es más: no es únicamente que nos creamos inmunes al paso del tiempo, sino que asumimos que las personas a las que queremos también lo son.
La diferencia entre el yogur de la nevera y nosotros es que no tenemos la fecha de caducidad tatuada en la piel, no hay forma de saber cuándo nos toca; simplemente dejamos de valer.

Y cuando comprendemos que alguien que queremos va a caducar, ¿cuánto tiempo se nos permite llorar?



Eme*

lunes, 12 de mayo de 2014

Razones para volver.

Después de la tormenta vino la calma, tras cada nube había un rayo de sol, me levanté diez veces por cada una que caí... Se nombra de muchas maneras, pero todas significan que hemos tenido la fuerza para seguir adelante pasara lo que pasase, para ver el azul en medio de ese cielo tan gris.

Es casi verano, y el calor y la luz que se cuelan por las ventanas consiguen que todo parezca un poco más bonito. Un beso en el cuello desarma al ejército imbatible que procesiona en nuestro interior. Una simple sonrisa puede ser el rayo de sol que te descongele la positividad que te hace falta para ser feliz.

No creo que haya una razón mejor para volver a ser una idiota sonriente.



Eme*

lunes, 5 de mayo de 2014

El tiempo 'después de'.

Qué mentira más grande la de 'el tiempo todo lo cura'.

El tiempo no es un maquillaje mágico detrás del cuál podemos esconder el daño que se nos ha infligido. Tampoco es un parche que nos pegamos a la piel para evitar deshincharnos. Ni cinta aislante de doble cara que consiga mantenernos de una sola pieza cuando nos hemos roto del mismo modo que un jarrón frágil al caer al suelo.

El tiempo que viene después de, no alivia ni infunde ánimos de mejora.

El tiempo es el agua oxigenada caducada que todos tenemos en el botiquín: pica, escuece y te hace aguantar un grito apretando fuerte los dientes, pero en realidad no ayuda a que las heridas cicatricen. Simplemente, se encarga de hacerte saber que, te guste o no, por mucho que intentes olvidar que existen, en realidad siempre van a seguir ahí.

En ocasiones unas nos harán sufrir más que otras; incluso pueden dejar de doler, lo que no significa que se hayan extinguido. Al fin y al cabo, son las cicatrices de guerra que llevamos por dentro, las que no se ven pero que, sin embargo, nos marcan más que cualquier otra.



Eme*

domingo, 30 de marzo de 2014

'Todos los hombres sois iguales'.

A menudo nos echan en cara que las mujeres decimos eso de 'todos los hombres sois iguales'. Nunca he sido partidaria de esa exagerada generalización, pero hoy me la creo un poco más.

Hoy en día, resulta que te arreglas y te pones guapa para salir de fiesta, conoces un un chico con el que pasas toda la noche hablando y descubres que es encantador. Tiene la mejor de las sonrisas sinceras, unos ojos en los que te puedes perder si no tienes cuidado y además bajo la camisa oculta un porte escultural que ni el mismísimo Adonis. Embobada, lo escuchas hablar de su vida, tan interesante que quieres saber más.
Sin saber cómo, os separáis del grupo, lo perdéis, y para cuando os queréis dar cuenta, estáis besándoos en medio de la calle hasta que aparece el típico idiota que suelta: ¡idos a un hotel!
Total, que te invita a casa, cogéis un taxi. Llegáis, subís y preguntas por el aseo. Sales después de mirarte al espejo por enésima vez y él hace que te deslices hasta la habitación.
Hay velas. Nunca nadie antes había tenido el detalle de encender velas para ti, así que se te olvida hablar durante un par de segundos.
No hace falta dar los detalles. Todos podemos imaginar a qué me refiero cuando digo que pasas una de las mejores noches en mucho tiempo. Infinito el número de ocasiones en que asegura, sin que le hayas pedido que lo haga, que le gustas mucho y que se quedaría toda la vida abrazado a tu cuerpo.
Al despertarte por la mañana continúa tratándote como si fueras uno de los mayores tesoros que un pirata hubiese encontrado jamás en una isla perdida del mundo. Beso de buenos días, susurros al oído, zumo en la cama y finalmente te lleva a casa.
No te deja bajar del coche sin antes besarte una vez más.... y dos, y tres... tantas veces que pierdes la cuenta y el sentido del equilibrio.
Es todo tan bonito, tan perfecto, porque antes de cerrar la puerta del copiloto estiró la cabeza y prometió que hablaríais y os veríais muy pronto de nuevo...


En serio...

¿Qué narices hacéis los hombres con vuestros escrúpulos y vuestra ética moral para poder soltar toda esa enorme y continua sarta de mentiras sin que se os pudra la conciencia, sin sentiros despreciables? ¡Os merecéis un óscar de al menos 500 metros de altura como galardón al mejor actor de la historia de este planeta!

Me vais a perdonar porque va a sonar muy soez y vulgar, pero os ganáis un tortazo como os escuche decir que las putas somos nosotras.

No sois ni príncipes rana, sino mensajeros luciferinos cuyo único propósito es envenenar las almas que todavía esperan que les llegue le turno de ser felices.




Eme*

martes, 25 de marzo de 2014

Amor propio.

Tengo una mala noticia... para vosotros.

Voy a dejar de poneros delante en mi lista de prioridades, de preocuparme por vuestros problemas antes que de los míos, de intentar agradaros.

Voy a empezar de nuevo a quererme. No me resultará fácil, puesto que hace bastante tiempo que no practico.
Voy a amarme más de lo que ningún hombre me haya amado, más incluso de cómo amo yo a otros hombres. Me regalaré flores, me sonreiré frente al espejo al desearme los 'buenos días princesa' que ya nadie me da, me echaré piropos, me diré lo guapa que estoy cada mañana al salir de casa, bailaré conmigo en algún local, alzaré mi copa en lo alto y propondré un brindis a mi salud, porque me lo merezco.
Voy a escribirme esos poemas y cartas de amor con los que tanto soñé y que nunca llegaron a mi buzón, me susurraré bajito que me encanta tenerme a mi lado, que nunca me dejaré ir, que conocerme es lo mejor que me ha podido pasar en la vida, que soy lo mejor que tengo y que no me cambiaría por nada.
Voy a ser la otra mitad que me falta para completar mi naranja, aunque siempre he sido más de mandarinas.
Voy a ser mi enamorada todos los 14 de febrero, aunque también el resto de días del año.
Solo mi madre podrá quererme más que yo, ya que por lo visto ella tiene un máster en amor o algo así, como todas las madres.

Voy a comenzar a ligar conmigo misma. Intentaré buscar hueco en mi agenda para quedar conmigo y tener grandes conversaciones en las que descubra cada uno de mis secretos, esos que aún no conozco. Me invitaré al cine, me dedicaré canciones y pasajes de libros. Me permitiré compartir mi té conmigo misma y me cederé el corazón de caramelo de mi helado favorito, que siempre guardo con recelo para el final.
Lo más probable es que termine enamorándome locamente.

A ti, seguramente, te seguiré queriendo de manera enfermiza, pero no más que a mí misma.

Voy a quererme, y ya luego, si eso, lo mismo decido quereros a alguno de vosotros.



Eme*

lunes, 24 de marzo de 2014

El perro del hortelano.

El sábado pasado, cuando a las tantas de la mañana tropecé, caí boca arriba en mi cama y me quedé ahí sin levantarme, mi cabeza embotada por el sueño y el alcohol me dio la solución que llevaba semanas buscando. En ese instante inesperado, cerré los ojos y ahí estaba.
No fue más que un pensamiento fugaz que pasaba por detrás de mis párpados cerrados, pero fue suficiente para comprender que este amor herido en el que estoy atrapada, no solo es inmisericorde conmigo, sino que no me deja avanzar, seguir caminando más allá. Es como el perro del hortelano, ese que todos sabemos que ni come ni deja comer, solamente sigue ahí para molestar, para incordiar.

Sí, definitivamente hoy estoy algo poética y metafórica.

Necesito idear un plan... Sin embargo, al no saber si quiero o no deshacerme de ese sabueso rabioso y testarudo, no puedo decidir si planifico su caída o su ascensión dentro de mi red de sentimientos.
No es fácil, para qué mentir.

Si hago que caiga... Mejor dicho, si lo intento -puesto que las veces anteriores no es que tuviera demasiado éxito- y venzo, habré conseguido deshacerme de una parte importante de las ataduras, y tal vez consiga avanzar. Aun así, seguirá quedando otra parte, quizás todavía más importante, y que sé que no se borrará ni se irá nunca.
Por otro lado, si lo asciendo a una posición aún más elevada, será casi imposible abandonarlo en un futuro. Si me lo quedo, será para siempre, junto con todas las consecuencias que traiga en el bolsillo. Seguramente terminaré por acabar trastornada del todo, de esas que necesitan antidepresivos y esas cosas, o tal vez de las que se quedan mirando al cielo fijamente... aunque eso, en realidad ya lo hago... No sé si eso es bueno o malo.

Vamos, que la cuestión parece simple pero no:
Si no me libro de él no podré querer a nadie más, porque si lo hago, saldré loca de psiquiátrico.

Y volvemos a lo mismo: si quiero tomar una decisión, primero debo pensar si verdaderamente quiero avanzar o quedarme donde estoy y esperar a que el maldito chucho pase de hiriente a amante.



Eme*

lunes, 17 de marzo de 2014

Tiempo de Karma.

Últimamente he confiado bastante en eso de que hay una fuerza cósmica que pone a cada cual en su lugar dependiendo de sus buenas o malas acciones. Se supone que todo está en equilibrio, que hay un plan para cada uno en algún lugar que te va dando buenas y malas rachas en la vida, ya que no todo puede ser un lecho de rosas.
El problema es que no sabemos cuándo terminará un ciclo y empezará otro.
La verdad, me estoy empezando a cansar, así que no estaría de más que el karma me enseñase el cronograma donde pueda ver cuántas desilusiones me quedan por sufrir antes de que me toque ser feliz.

Al paso que llevo... espero que ya sean pocas más.


Eme*

sábado, 15 de marzo de 2014

Decir adiós.

No vas a volver.

Por mucho que piense en ti, o aunque deje de hacerlo, sé que no vas a volver. Incluso a pesar de que las cosas se me hayan complicado tanto, hasta el punto de convertirme en un manojo de nervios que no puedo controlar. Claro, que a lo mejor no vuelves porque no lo sabes. Pero, supongo que, aun si lo supieses, no volverías.
¿Por qué ibas a querer volver? ¿Para verme o para que cuando te vea yo rompa a llorar y tú me digas: no llores? ¿Para que no pueda aguantarlo más y te cuente todo, hasta el más mínimo detalle y así, después de meses, sentir que puedo respirar?
La verdad, esto último sería lo más lógico, y tal vez llegado el momento lo haga, únicamente con el propósito de sentirme bien conmigo misma, sin importarme entonces si eso te puede hacer daño o no. Porque a lo mejor en ese instante en el que arranque a hablar y no me puedas parar, pienso que te toca sufrir un poquito (ni una milésima parte) de lo que me ha tocado a mí.
Si lo hago, será para sentirme mejor, y no como en un principio pensé: que sería lo más ético, moral y correcto.
Hablando mal y pronto, creo que en el momento en que te lo revele, me la va a sudar completamente si te duele o no, ya que para entonces estaré hasta las narices, cansada de protegerte de lo que a mí me está destruyendo, de eso que los demás que sí están a mi lado ven que me hace mal.

Sin embargo, lo peor de todo no es que tenga secretos sobre ti, ni tampoco si algún día te los confío o no, sino saber que esto no lo vas a leer, y que, si lo haces, no me dirás nada.

Lo peor de todo, es que en el fondo sé que aunque intente hacerme la dura, en realidad no estoy preparada para decir adiós, para asumir que no vas a volver.



Eme*

miércoles, 5 de febrero de 2014

Besos.

Me parece algo sumamente curioso cómo tengo guardados una serie de recuerdos bajo la etiqueta que reza: besos.

Gran parte del espacio que tienen dedicado en mi mente, lo ocupan los besos entre dos pares de labios. Son muchos, todos muy diferentes, pero ninguno malo.

Hay primeros besos, besos tímidos, besos esperados, besos buscados, besos robados, besos inesperados, besos que se equivocaron de destino, besos inoportunos, besos de haber echado de menos, besos de 'te voy a echar de menos', besos de 'cállate y bésame', besos suaves, besos duros, besos salados, besos dulces, besos amargos, besos tan leves que no parecen ni besos, besos que te quitan la respiración, besos en los que las lenguas se enredan, besos en los que chocan los dientes, besos que te dan risa, besos con chicos, besos con chicas, besos que no acaban, besos que se acabaron demasiado pronto, últimos besos que nunca pensaste que fueran a serlo, besos de puntillas, besos de pie, besos sentados, besos tumbados, besos vestidos, besos desnudos, besos dentro de un coche, besos debajo del agua, besos debajo de las sábanas, besos mientras hablas, besos urgentes, besos con ritmo de balada interminable, besos que vienen seguidos de más.

Últimamente dedico mucho tiempo a pensar en todos los besos que he dado, en darme cuenta de que, si mientras los recuerdo cierro los ojos, mis labios todavía pueden sentirse como si estuviesen siendo besados.

Recuerdo los besos que hasta ahora he dado y recibido. Pero, ¿y las personas con quienes los compartí?

Algún día me gustaría que me contaran cómo recuerdan mis besos.



Eme*

domingo, 26 de enero de 2014

Quedarse con un hombre.

No elijas al tipo que está apoyado en la barra, que te guiñará un ojo si lo miras, que con un par de frases hechas te convencerá de que lo invites a casa, que empezará a desnudarte antes de que hayas abierto la puerta y se habrá marchado justo después de conseguir lo que quería, sin darte tiempo a suspirar y abrir los ojos. Y allí te quedarás, desnuda, helada y sola.

Escoge, en cambio, a aquel que no para de reírse esté con quien esté, que aparta azorado la mirada al darse cuenta de que tú también lo estás mirando, que intentará buscar en ti una mente intrigante que explorar mediante una conversación en vez de un simple cuerpo, que se sentirá afortunado cuando lo invites a subir a casa, que se demorará en pasar de los besos y los susurros a los botones de tu pantalón, que te quitará la ropa de tal forma que no te darás ni cuenta, que suspirará contigo y dormirá toda la noche abrazado a ti. Y allí estarás, vestida con un cuerpo cálido al que acabas de amar.

Quédate con un hombre que disfrute vistiéndote, que te vea más linda con ropa que sin ella.
Quédate con un hombre que valore más tus abrazos que tus besos.
Quédate con un hombre que prefiera el olor de tu piel antes que su tacto.

Si no, no te quedes con ninguno.


Eme*

jueves, 16 de enero de 2014

Caídas por orgullo.

Todos sabemos que la estupidez humana no tiene límites, pero me atrevería a decir que el orgullo es mucho más potente: llega más lejos, nos arrebata más cosas y las heridas que puede dejar son mucho más profundas.

No soy científica, pero dudo de que exista algún otro animal tan estúpido como nosotros. Nos damos la espalda a la primera de cambio, dejamos que personas a las que realmente amamos arruinen su vida cuando un simple consejo podría apartarlos del abismo. Somos rencorosos, hirientes, cabezotas.

Muchas veces preferimos esconder lo que pensamos o sentimos antes que expresarlo y dejarnos querer. ¿En cuántas ocasiones hemos retirado una mano amiga en el momento que más la necesitaban? Y luego queremos que nos respeten y nos tomen en serio.

Cada uno de esos gestos egoístas hace el camino un poco más estrecho, cada vez más, sin que nos demos cuenta, hasta que ni siquiera podemos continuar de puntillas y caemos al suelo. Y llegará un momento en el que nadie nos ayude a alzarnos de nuevo.

Por favor, dejemos el orgullo atrás. No hay casi nada irreversible.

Si amas a una persona, díselo.
Si no la amas, díselo.
Si no sabes si la amas o no, díselo.
Si la odias, díselo.
Si te gustaría darle un beso, dáselo.
Si necesitas gritarle, grítale.
Si necesitas tiempo, díselo.
Si necesitas un abrazo, pídelo.
Si necesitas un hombro en el que llorar, déjalo empapado.
Si es un juego, díselo.
Si no te vas a quedar en su vida, díselo.
Si lo que quieres es quedarte, hazlo.

Ya existen demasiados muros que separan personas para que convirtamos el orgullo en uno más.


Eme*

lunes, 6 de enero de 2014

Mentiras.

Todos sabemos que es mucho más fácil mentir que escupir una verdad dolorosa. Más fácil para el que miente, claro. Pero, ¿qué pasa con la otra persona? Cuando ella sabe que mientes y, aún así, decide seguirte el juego, intentar creer lo que dices. Entonces duele mucho más esa mentira que la más cortante de las verdades.

Sabes que es mentira, preguntas de nuevo y te contestan lo mismo. Lo peor es que, de tanto repetirse a sí mismos su mentira, acaban creyéndolo.
No lo entiendo, ni creo que lo haga nunca. Perdemos oportunidades como idiotas, como si fueran infinitas o nosotros fuésemos inmortales.

Por mí no os preocupéis. Si algún día queréis mi opinión y tengo que deciros algo cierto pero cruel, os lo diré. Puede que al principio os enfadéis conmigo, que no me habléis y penséis que soy lo peor, pero a la larga me lo agradeceréis. Ya me ha pasado.

Si no queréis que sea sincera, no preguntéis. Buscad a un mentiroso, no os costará demasiado.


Eme*