domingo, 30 de marzo de 2014

'Todos los hombres sois iguales'.

A menudo nos echan en cara que las mujeres decimos eso de 'todos los hombres sois iguales'. Nunca he sido partidaria de esa exagerada generalización, pero hoy me la creo un poco más.

Hoy en día, resulta que te arreglas y te pones guapa para salir de fiesta, conoces un un chico con el que pasas toda la noche hablando y descubres que es encantador. Tiene la mejor de las sonrisas sinceras, unos ojos en los que te puedes perder si no tienes cuidado y además bajo la camisa oculta un porte escultural que ni el mismísimo Adonis. Embobada, lo escuchas hablar de su vida, tan interesante que quieres saber más.
Sin saber cómo, os separáis del grupo, lo perdéis, y para cuando os queréis dar cuenta, estáis besándoos en medio de la calle hasta que aparece el típico idiota que suelta: ¡idos a un hotel!
Total, que te invita a casa, cogéis un taxi. Llegáis, subís y preguntas por el aseo. Sales después de mirarte al espejo por enésima vez y él hace que te deslices hasta la habitación.
Hay velas. Nunca nadie antes había tenido el detalle de encender velas para ti, así que se te olvida hablar durante un par de segundos.
No hace falta dar los detalles. Todos podemos imaginar a qué me refiero cuando digo que pasas una de las mejores noches en mucho tiempo. Infinito el número de ocasiones en que asegura, sin que le hayas pedido que lo haga, que le gustas mucho y que se quedaría toda la vida abrazado a tu cuerpo.
Al despertarte por la mañana continúa tratándote como si fueras uno de los mayores tesoros que un pirata hubiese encontrado jamás en una isla perdida del mundo. Beso de buenos días, susurros al oído, zumo en la cama y finalmente te lleva a casa.
No te deja bajar del coche sin antes besarte una vez más.... y dos, y tres... tantas veces que pierdes la cuenta y el sentido del equilibrio.
Es todo tan bonito, tan perfecto, porque antes de cerrar la puerta del copiloto estiró la cabeza y prometió que hablaríais y os veríais muy pronto de nuevo...


En serio...

¿Qué narices hacéis los hombres con vuestros escrúpulos y vuestra ética moral para poder soltar toda esa enorme y continua sarta de mentiras sin que se os pudra la conciencia, sin sentiros despreciables? ¡Os merecéis un óscar de al menos 500 metros de altura como galardón al mejor actor de la historia de este planeta!

Me vais a perdonar porque va a sonar muy soez y vulgar, pero os ganáis un tortazo como os escuche decir que las putas somos nosotras.

No sois ni príncipes rana, sino mensajeros luciferinos cuyo único propósito es envenenar las almas que todavía esperan que les llegue le turno de ser felices.




Eme*

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